2. La tecnología al servicio de la pedagogía

Cuando se vinculan tecnología y educación, es inevitable pensar en el futuro. Así, Tom Vander Ark señala en Teachthought (enlace en inglés) que “las escuelas de la siguiente generación se caracterizarán por un día de tres pantallas (para consumir, producir y compartir) con banda ancha en la escuela y en casa y una oferta de oportunidades de aprendizaje con recursos contrastados 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año”.

En esta visión, obviamente, tecnología y aprendizaje caminan de la mano; sin embargo, la velocidad de ambas áreas no es la misma. Innerarity (2011: 217-218) utiliza el término heterocronía para referirse a estas distintas velocidades y a las posibles líneas de quiebra que pueden surgir entre las distintas dinámicas de innovación.

En este sentido, una visión simplificadora podría hacer pensar que, puesto que el avance tecnológico es más rápido, la tecnología debería ser el ámbito que marcara el paso, pero no es así. En educación, la tecnología está al servicio de la pedagogía: como afirma la OCDE (2015) (enlace en inglés), “La tecnología puede amplificar una gran enseñanza, pero una gran tecnología no puede reemplazar una pobre enseñanza".

Puedes obtener más información sobre la actualidad de los estudios realizados por la OCDE (2021), como por ejemplo en el siguiente: Lectores del s.XXI. Desarrollar habilidades de alfabetización en un mundo digital.

Así pues, la infraestructura tecnológica ha de ser definida de manera coherente con el marco pedagógico y el proyecto educativo del centro. Solo esta subordinación de la tecnología a la pedagogía garantiza una integración sostenible que promueva el aprendizaje.